Así que la espinita de no haber podido aprovechar semejante excepcional oferta para viajar a Maldivas se me quedó clavada, (la “espinaza” mejor dicho), por los siguientes 15 años hasta el año 2008. Por aquel entonces trabajaba en una aerolínea y podía volar gratis, eso suponía que podía invertir el resto de mi presupuesto para las vacaciones de verano en un hotel a lo grande, así que decidí ir al destino estrella de la aerolínea: las islas Canarias.
La decisión final fue uno de los hoteles más caros de Fuerteventura. No haré mención del nombre de la cadena hotelera española por respeto, pero fue una de las mayores decepciones de mi vida. Y os preguntaréis, ¿porque me está hablando de Fuerteventura cuando el foro es sobre Maldivas?. Porque os quiero comentar cual fue el desenlace de que eligiera Maldivas como lugar de vacaciones por los 5 años siguientes.
Pagué 1500 Euros (por persona) por 2 semanas de estancia en régimen de Todo Incluido en el hotel majorero. Hasta ahí todo bien porque lo hice con mucha ilusión, ya que ya conocía Fuerteventura y quería volver a uno de los mejores entornos naturales que ofrecen las islas españolas, esta vez con un poco más de “nivel” que veces anteriores. No pudo ser más frustrante.
En la foto del hotel (que hoy en día sigue expuesta en la página web del hotel) se ve la preciosa enorme piscina del hotel y detrás, a lo que parece un corto paseo, las salvajes playas de Fuerteventura. Hasta ahí todo perfecto. Pero cuando llegas por primera vez al hotel, te das cuenta de que la foto estaba tomada con una perfecta perspectiva picada y en realidad el hotel se encuentra situado en la cima de una montaña.
Las valoraciones del hotel son geniales si tu perfil de viajero es: extranjero (y no vas a salir mucho del hotel porque vas a disfrutar más de la piscinas) o familia con niños (que igualmente vas a pasar más tiempo disfrutando de las instalaciones del hotel por comodidad). Todo perfectamente comprensible. ¿Y qué pasa si no atiendes a ese tipo de perfil.? Tenías dos opciones: aventurarte a bajar la colina andando bajo el sol de agosto por unos 20/25 minutos (no está mal del todo, porque bajar, se baja rápido, pero para subir…) o esperar al mini-bus gratuito del hotel, cuya frecuencia por aquel entonces era bastante pequeña. A esto se unía la comida: puede decirse que la comida “no estaba mal” si no has probado cosas mejores, cosa que para un español es bastante difícil porque estamos acostumbrados a disfrutar de la deliciosa gastronomía española allá donde vamos dentro de nuestro país. Además se entraba en un restaurante abarrotado de gente y tenías que formar en largas colas para poder servirte tu comida del buffet (y gracias a Dios que por lo menos se formaban colas…).
Así que el “Feng-Shui” del restaurante no era muy agradable. Mis años de experiencia en el sector de los viajes me han llevado a desarrollar un divertido y personal “medidor de la calidad de la comida” en función de sus postres. Para mí el poder considerar una comida como excepcional es cuando la puedes cerrar con un buen postre. Este no fue el caso, porque a pesar de que en el buffet había un atrayente mostrador de coloridos postres, todo era bollería industrial. No probé ni un solo postre durante todas las vacaciones, y no quiero que suene “snob”, pero no lo hice por el mero hecho de que la “comida basura” me cae mal en el estomago, así de simple.
Los cócteles gratuitos con mezclas extrañas de diferentes licores de más de 30 grados y otros mejunjes coloridos también parecían oírse explotar en el fondo de mi estomago según caían (así que tome uno, el de prueba, en todas las vacaciones). Y las habitaciones, aunque dentro de lo normal (podrían decirse que no estaban mal), tenían paredes de papel de fumar, y me hicieron sufrir mi propio karma cuando en la habitación de al lado nos tocó a unos juerguistas (probablemente eran jóvenes de mi edad por aquel entonces), ebrios de los explosivos cócteles de alcohol puro y garrafa gratuita que servían en el hotel, y que hacían fiesta en la habitación hasta las tantas de la mañana cada noche, sin importarles la visita nocturna del vigilante de seguridad al que llamábamos para que impusiera un poco de orden. Creo que la política del hotel era hacinar a los jóvenes en un ala del hotel, sin importarle que no todos los jóvenes montan fiestas en las habitaciones. Un poco penoso para un hotel de 4 estrellas.
Total, que nos habíamos gastado 3,000 Euros (que se dice pronto) en una nefasta inversión en vacaciones.
La decisión final fue uno de los hoteles más caros de Fuerteventura. No haré mención del nombre de la cadena hotelera española por respeto, pero fue una de las mayores decepciones de mi vida. Y os preguntaréis, ¿porque me está hablando de Fuerteventura cuando el foro es sobre Maldivas?. Porque os quiero comentar cual fue el desenlace de que eligiera Maldivas como lugar de vacaciones por los 5 años siguientes.
Pagué 1500 Euros (por persona) por 2 semanas de estancia en régimen de Todo Incluido en el hotel majorero. Hasta ahí todo bien porque lo hice con mucha ilusión, ya que ya conocía Fuerteventura y quería volver a uno de los mejores entornos naturales que ofrecen las islas españolas, esta vez con un poco más de “nivel” que veces anteriores. No pudo ser más frustrante.
En la foto del hotel (que hoy en día sigue expuesta en la página web del hotel) se ve la preciosa enorme piscina del hotel y detrás, a lo que parece un corto paseo, las salvajes playas de Fuerteventura. Hasta ahí todo perfecto. Pero cuando llegas por primera vez al hotel, te das cuenta de que la foto estaba tomada con una perfecta perspectiva picada y en realidad el hotel se encuentra situado en la cima de una montaña.
Las valoraciones del hotel son geniales si tu perfil de viajero es: extranjero (y no vas a salir mucho del hotel porque vas a disfrutar más de la piscinas) o familia con niños (que igualmente vas a pasar más tiempo disfrutando de las instalaciones del hotel por comodidad). Todo perfectamente comprensible. ¿Y qué pasa si no atiendes a ese tipo de perfil.? Tenías dos opciones: aventurarte a bajar la colina andando bajo el sol de agosto por unos 20/25 minutos (no está mal del todo, porque bajar, se baja rápido, pero para subir…) o esperar al mini-bus gratuito del hotel, cuya frecuencia por aquel entonces era bastante pequeña. A esto se unía la comida: puede decirse que la comida “no estaba mal” si no has probado cosas mejores, cosa que para un español es bastante difícil porque estamos acostumbrados a disfrutar de la deliciosa gastronomía española allá donde vamos dentro de nuestro país. Además se entraba en un restaurante abarrotado de gente y tenías que formar en largas colas para poder servirte tu comida del buffet (y gracias a Dios que por lo menos se formaban colas…).
Así que el “Feng-Shui” del restaurante no era muy agradable. Mis años de experiencia en el sector de los viajes me han llevado a desarrollar un divertido y personal “medidor de la calidad de la comida” en función de sus postres. Para mí el poder considerar una comida como excepcional es cuando la puedes cerrar con un buen postre. Este no fue el caso, porque a pesar de que en el buffet había un atrayente mostrador de coloridos postres, todo era bollería industrial. No probé ni un solo postre durante todas las vacaciones, y no quiero que suene “snob”, pero no lo hice por el mero hecho de que la “comida basura” me cae mal en el estomago, así de simple.
Los cócteles gratuitos con mezclas extrañas de diferentes licores de más de 30 grados y otros mejunjes coloridos también parecían oírse explotar en el fondo de mi estomago según caían (así que tome uno, el de prueba, en todas las vacaciones). Y las habitaciones, aunque dentro de lo normal (podrían decirse que no estaban mal), tenían paredes de papel de fumar, y me hicieron sufrir mi propio karma cuando en la habitación de al lado nos tocó a unos juerguistas (probablemente eran jóvenes de mi edad por aquel entonces), ebrios de los explosivos cócteles de alcohol puro y garrafa gratuita que servían en el hotel, y que hacían fiesta en la habitación hasta las tantas de la mañana cada noche, sin importarles la visita nocturna del vigilante de seguridad al que llamábamos para que impusiera un poco de orden. Creo que la política del hotel era hacinar a los jóvenes en un ala del hotel, sin importarle que no todos los jóvenes montan fiestas en las habitaciones. Un poco penoso para un hotel de 4 estrellas.
Total, que nos habíamos gastado 3,000 Euros (que se dice pronto) en una nefasta inversión en vacaciones.